EPIFANIA COTIANA

De Alessandro D’Avenia

«El trabajo es el alimento de la vida, ya sea porque es la transformación del mundo en pan para comer y dividir, ya sea porque es en el trabajo (además que en las relaciones) donde hallamos el material para la plenitud de la realización personal. Sin embargo, entre los que se ven obligados a hacer un trabajo que no aman y los que están cansados de lo que inicialmente habían abrazado con entusiasmo y vocación genuina, precisamente el trabajo –a menudo- se convierte para muchos en una prisión o en una repetición aburrida de la que huir. ¿Cómo, en cambio, transformarlo en ocasión de una maravilla siempre nueva que vence el aburrimiento o que nos lo hace aceptar como parte de la vida? El aburrimiento es la ausencia de lo nuevo. No me refiero a "nuevo" en oposición a "viejo" sino a "siempre lo mismo". Algo es nuevo no cuando es "el más reciente", sino cuando es "inagotable". El modelo "más reciente" de un objeto me engaña: ya es viejo cuando lo compro y comienzo a usarlo, mientras que "nuevo" es lo que se renueva constantemente gracias a una energía vital interna, como los anillos de un árbol que se forman, año tras año, alrededor de su centro. "No nuevo" es todo lo que no puede dar nada más: está agotado, independientemente de la edad. Una sonata de Beethoven, un cuadro de Van Gogh, un canto de Dante, el rostro de la persona amada, son siempre nuevos porque dan algo más a cada encuentro, no se agotan rápido. Los autores de lo nuevo no son simplemente "innovadores", sino aquellos que han construido, para todos, un pozo del que sacar la vida verdadera. Por lo tanto, lo nuevo no es lo "diferente" de lo habitual, sino "lo mismo" que nunca se convierte en “siempre lo mismo”: es un “habitual” inagotable. Los que aman lo saben: siempre encuentran lo nuevo en la misma persona. Entonces, lo nuevo depende del amor: recibo la vida contenida en lo que encuentro verdaderamente, aquello a lo que me abro y que cuido. Si nuestros días se vuelven aburridos y repetitivos es por falta de novedad, es decir de encuentros reales con la vida que brota de las cosas y de las personas, y llenamos el tiempo con acciones sin sentido, superficiales, dictadas por reglas o imposiciones, o simplemente estamos cerrados: no nos encontramos con (no salimos al encuentro de) nada. De este modo perdemos la inspiración que no es una magia, sino extraer, con compromiso, del pozo de la vida a través de la relación amorosa con el mundo. ¿Cómo encontrar la inspiración perdida?
La inspiración no es el privilegio de los artistas, sino de todos aquellos -profesores, jardineros, médicos, camareros...- que han elegido su vocación libre y conscientemente y llevan a cabo su trabajo "con amor". Con "amor" no me refiero solo a "cuidado", sino a "ocasión" para dar y recibir vida. El trabajo de estas personas es, de hecho, una aventura continua, porque siempre hallan en ello nuevos desafíos. Las dificultades que encuentran no los sofocan, sino que garantizan un encuentro real, como en una relación, cuando peleamos y nos hallamos más unidos que antes, porque el amor ha transformado la diversidad en salida del egoísmo y en nueva riqueza. Desafortunadamente, hoy en día muchos trabajan por pura necesidad, no han elegido por vocación sino por circunstancias, presiones, ilusiones. Pero un trabajo sin inspiración, es decir sin amor, primero se convierte en un aburrimiento y luego en una prisión de la que huir tan a menudo como sea posible. Hay tres posibles líneas de acción. 1) Para aquellos que tienen la suerte de hacer un trabajo que coincide con su vocación, compartan su inspiración con aquellos que se han apagado (en el colegio es suficiente con hacer algo juntos). 2) Para aquellos que realizan un trabajo "vocacional" pero han perdido contacto con la fuente creativa, cavar para liberar la inspiración aprisionada: ¿por qué has tomado esta elección? ¿Qué estrella (quién y qué) se encendió para empujarte al viaje? ¿Por qué se apagó la luz? ¿Qué es lo que la obstaculiza o sofoca? 3) Para aquellos que se ven obligados a hacer un trabajo para el que no tienen vocación, hay dos formas de inspirarse. a) Buscando lo nuevo que está oculto: es decir estar "amorosamente" abierto a cosas y personas. b) Cultivar lo nuevo, todos los días, incluso algunos minutos, a través de aquello por lo cual tenemos vocación, en las modalidades y tiempos que logramos hallar. Me canso de muchas cosas en mi trabajo, pero no son las esenciales. Éstas se renuevan siempre: lo que estudio y los chicos que encuentro saben darme cada día –fatigoso o no- lo inesperado. Es una constante sorpresa que impulsa al viaje hacia lo que es diferente de mí y me desafía a amar precisamente porque es diferente a mí. Sin embargo, es necesario permanecer abiertos, listos incluso para dejarse herir. Sólo con las fuerzas humanas nunca lo lograría, pero sé que cada evento es una ocasión que Dios me da para ser amado y amar más, y esto me mantiene alerta y abierto: Dios no me aburre nunca.
Se trata de (re)hallar la estrella que indica lo que puede dar rumbo a la vida y ponerse en viaje. ¿Cuál es vuestra estrella? ¿Hacia dónde se dirigen? Los Magos llevaban dones a un rey y hallaron un sencillo niño con sus padres: quizás porque la novedad de la vida cotidiana es precisamente la vida cotidiana»