DOS MENDIGOS SE ENCUENTRAN

Publicado el 05-09-2018

“Iba yo pidiendo, de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro se apareció a lo lejos como un sueño magnifico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería el rey de Reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo y pensé que mis días malos se habían acabado. Tu carroza se paró a mi lado. Tu mirada cayó sobre mí y bajaste sonriendo. Sentía que finalmente había llegado el momento supremo de mi vida. Al fin había llegado la felicidad. Pero Tú, de pronto, me tendiste tu mano diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa? Qué tienes que darme?” ¡Ah, qué regalo fue aquello de extender tu palma de rey para pedir a un mendigo! Confundido y indeciso saqué de mi saco un granito de trigo y te lo di. Pero ¡qué grande fue mi sorpresa cuando, al atardecer el día, al vaciar mí saco en el suelo, encontré entre el poco trigo un granito de oro! Lloré amargamente por no haber tenido el corazón de entregarTe todo lo qué poseía”. (Rabindranath Tagore)

«Llega a sonar incoherente: ¿Él? ¿Él, que es omnipotente, me necesita a mí? ¿Él, que es rey, me necesita a mí? ¿Alguien podría creerlo? ¿Para qué me pide tanto si Él es Todopoderoso? Él confía en mí, y me pide a mí que lo ayude a realizar su plan, no tanto por Él, sino por mí. ¿Quién gana más? ¿Él o yo? No dudaría en decir que yo, yo gano en felicidad, porque al entregarlo todo, no pierdo nada, al contrario, gano más, porque me regala ese valor que antes no encontraba en las cosas. Si mi Jesusito me estira la mano para pedirme la vida, no es porque me la quiera quitar, sino porque sabe que Él puede ‘convertirla en oro’. ¿Suena sencillo, cierto? ¡Pero es tan difícil! Es tan difícil entregarlo todo, y no guardarse nada ‘por si acaso’, es tan difícil confiar así…porque soy de carne, soy débil, y aunque sé que no hay mejor opción, ¡me cuesta tanto! Pero no quiero al final llorar por haberme perdido todo y como el mendigo no haber aprovechado la gran oportunidad» (María José)