DE AQUELLA MIRADA HA NACIDO TODO

De Rose Busingye . Publicado el 05-09-2018

A los diecinueve años quise encontrar a Giussani, porque en aquel momento me parecía verdaderamente que la vida se volvía interesante. Cuando fui a verlo, le dije: "Mira, en mi vida yo no tengo nada que dar a Jesús, sin embargo quiero que tome incluso esta nada que soy". Él dio un puñetazo en la mesa y dijo: "Esta cosa dila a todos, siempre! Díselo a todos porque todos piensan dar algo importante a Jesús y así durante toda la vida es como si esperaran la recompensa, en cambio, es propio Él quien toma una cosa que era nada y la salva". Después añadió: "[Dios] ha venido por ti, porque delante de Dios cada persona es única, es como un primogénito, hijo único. Ha venido por ti. Ha muerto por ti, para que tu nada no se pierda y estará contigo todos los días hasta el fin del mundo". Para mi fue entonces cuando todo dio un giro, toda la vida, incluso como bebía, comía, como pensaba en los amigos; fue propio entonces cuando mi vida ganó una belleza con B mayúscula, una dignidad. Giussani no me conocía, era la primera vez que me encontraba y yo decía: ¿qué podrá ver en mi? Era evidente que todavía era nada, y en cambio, me sentí abrazada y deseada. Era como si su mirada me dijera: "Quiero estar contigo. Tienes un valor infinito". De aquella mirada ha nacido todo. En efecto, en aquella mirada he descubierto que no soy definida por mis límites, sino por la relación personal con que Dios me hace ser y me constituye como deseo infinito de Él. En aquella mirada la pertenencia a Cristo y a la Iglesia se ha vuelto la experiencia de un vínculo que me define para siempre y que se manifiesta en todo lo que soy y que hago. Empecé a entrever un significado para mi vida. Ha sido como si una luz lo iluminara todo. Empecé a descubrir la verdad de mi vida y de allí ha empezado un atractivo, una ternura hacia mi misma vida y hacia la vida de los demás. Empecé a vivir. Empecé a vivir y a trabajar verdaderamente porque supe responder concretamente a la pregunta: "¿De quién soy?". Esta pregunta ha tenido como respuesta unas caras puntuales, con nombre y apellido. Me he vuelto libre. Paradójicamente, me he vuelto libre perteneciendo, teniendo un vínculo. Cuando eres libre, finalmente puedes estar frente a toda la realidad sin miedo, puedes afrontar todo, porque sabes de quién eres. Quien es libre, ya no pretende de los demás, porque ya lo tiene todo. Me sentí libre, grande y protagonista de la realidad porque Giussani me ha revelado quién soy yo. Con su mirada ha establecido el contenido y el método de mi trabajo: comunicar la conmoción por la grandeza sin confines de la existencia de cada uno y ofrecer la misma compañía hacia el destino que abraza mi vida. Mi trabajo ahora es dejar que aflore, que se esclarezca el valor de cada persona. Entonces puedo ofrecer una amistad puntual a la que todos pueden pertenecer porque el yo que pertenece, teniendo un vínculo, teniendo un rostro al que mirar, y recibiendo una conciencia de la unidad profunda de sí y de la realidad, se vuelve protagonista. Si te vuelves señor de la realidad no es porque tu posees la realidad, sino porque reconoces que dependes de Otro y de un designio que no es el tuyo. Así he visto acontecer a otros lo que me ha acontecido a mí. Por ejemplo, había una mujer que había logrado huir de los grupos rebeldes [que la tenían como rehén] que ha venido donde nosotros, desfigurada en el cuerpo y en la psique por la violencia padecida. Ha vuelto a hallarse a sí misma cuando le dije: "Tu no eres el horror que te ha pasado. Tu eres valor infinito que viene de Dios, Dios que te hace ser y te ama". Donde yo vivo, antes de descubrir el valor de sus vidas, las mujeres enfermas de SIDA -a las que acompaño- no tomaban los medicamentos y se dejaban morir. Decían: "Al fin al cabo la vida es inútil. ¿Por qué nos tenemos que curar?". Yo compraba los medicamentos pero nadie los tomaba. Sin embargo, después de haber descubierto el valor de su vida, los jóvenes y los adultos para los cuales la vida no tenía sentido ahora saben que su existencia y la de todos tiene una grandeza infinita y están vinculados para siempre a una compañía que les ayuda a vivir a la altura de esta dignidad. [...] Estas mujeres querían que sus hijos, aprendiendo la matemática, la historia, descubrieran su valor, y decían: "Nuestros hijos van a otros colegios, pero no descubren lo que nosotros hemos descubierto". Entonces un día me dijeron: "Queremos un colegio para nuestros hijos". Respondí: "Miren, si tengo que construir algo, construyo una clínica o un hospital". Y ellas: "No, tu educarás a un médico, educarás a una enfermera: queremos un colegio". Y yo: "No, no tengo el dinero". Y ellas: "Está bien, no te preocupes". Han empezado a romper piedras, a hacer collares; el AVSI nos ha ayudado, han vendido cuarenta y ocho mil collares en Italia y han construido la primera parte del colegio. Me dijeron: "Queremos que nuestros hijos, aprendiendo matemática, descubran su valor". [...] Lo que yo hago viene del hecho de que soy afectivamente cumplida. Lo que yo doy a los otros es esta sobreabundancia de mi relación con Cristo en un lugar preciso. Es un florecer de mi vocación, es la sobreabundancia de mi pertenencia a los Memores Domini, el descubrimiento de una paternidad en acto dentro de las vicisitudes de mi día día y de mi existencia. En una oportunidad, Giussani me dijo: "Si tu relación con Cristo es verdadera, si tu eres verdadera, tu trabajo florecerá incluso de las piedras. Te podrán encerrar en una jaula, sin embargo, si tu con Él eres verdadera, incluso las piedras empezarán a cantar". Y añadió: "Sin embargo, si uno no pertenece, llena su vacío con un hacer, aquel vacío que nunca ha llenado. Su afectividad nunca cumplida la llena con un hacer, pero después este hombre permanece [siendo] un conjunto de reacciones [...] y la pretensión de medir él las cosas lo deja en la confusión y en la inseguridad. Pierde el valor de sí y de todas las cosas, así su personalidad entra en crisis". Después me tomó de la mano y me dijo: "Sabes, Rose, la novedad en el mundo acontece si el hombre pertenece, porque en la pertenencia cada cosa cambia. De aquí nace una sociedad, una civilización nueva". Este puntito que soy yo no logra ser sí mismo sin la pertenencia. Sin la pertenencia uno se aferra accá y allá, a lo que sucede, a lo que uno consigue tomar, sin embargo, con el paso del tiempo nos deja con amargura en la boca. [...] Un día estaba yendo a Madrid a dar un testimonio y estaba enojada, enojadísima [por algunos problemas y errores de unos amigos acerca del viaje]! Todo me molestaba. No quería ver a nadie, estaba ensimismada. Por la mañana me encontraba en el aeropuerto de Milán, hacía frío y estaba jugando con el celular, después pensé: "Veamos si Carrón está despierto". Y le llamo. Responde y me pregunta qué tal estoy. Y yo: "Estoy enojadísima. Todo me molesta. Estoy confundida". Y añado: "Tu nos has hablado recientemente de 'vivir intensamente la realidad', sin embargo yo, en este momento, ¿qué estoy viviendo?". Y él me responde: "Mira la realidad con los ojos de Cristo". Y yo: "Te dije que estoy enojada. Todo lo que se me pasa por delante me molesta. Yo la realidad no la estoy mirando, quizás Él la esté mirando, per yo no"; y él: "En efecto, los ojos de Cristo que miran la realidad están mirando también a ti". Rayos! Es como cuando se enciende la luz! Me levanté y dije: "Recién acabo de vivir intensamente la realidad", aunque estuviera en aquella situación, tan enojada. No soy yo quien mira la realidad con los ojos de Cristo, basta con reconocer que los ojos de Cristo que mira la realidad me están mirando también a mí. Después de este descubrimiento subí al avión como una princesa.